Menos

Viviré, entonces, sin pensar
sin sentir
entre tus sábanas blancas
enredado en tus brazos y tus piernas
en algún un hueco de tus sueños
Al fin de tu estupor matinal,
pero antes del regreso
En el borde mismo de tu percepción
como una idea incontrolable

Quiero ser menos
menos que un libro en tus manos
o una almohada bajo tu cabeza
menos que una lluvia imperceptible
que apenas acaricie los tambores del tejado
Quiero ser menos para perderme
en la jungla quántica de tus neuronas
menos, para que no duela
cuando me lleve la marea del olvido
Y aún menos, para no darme cuenta
cuando ya no pueda darme cuenta
De que ya no estoy con vos

Abrazo

Te abrazo.
Con tu cabellera tejiendo el viento,
tus ojos perdidos entre el mar y el cielo.
O con tu cabeza volcada sobre un papel
mientras tu mano vuela sembrando dibujos
Con tus labios apretados, buscándote
ahí, donde se rompe tu diálogo interior

Te abrazo.
En la clara obscuridad de nuestro insomnio,
en el frio profundo de nuestros temores,
en el gélido abismo de nuestras perdidas,
en el océano inexplorado de nuestras añoranzas,
en la soledad insondable de nuestros destinos,
en el olvido final e inexorable, te abrazo.

Te abrazo.
Siempre te abrazo, y, si no estás, lo sueño
te abrazo contra todo viento
a sabiendas – aun así, te abrazo –
que la ausencia espera, acurrucada,
en los tibios pliegues de tu abrazo,
que nunca estoy más solo que cuando te abrazo.

Yatasto, o la Degradacion del Yeso y la Memoria

Terraza de MIró

La foto probablemente no haya existido nunca.
La foto es el recuerdo, que se hizo foto.
El recuerdo hablado, pensado, añorado y
– aunque me pese –
seguramente retocado.

La foto, entonces, es lo que toda foto debería ser.
Lo que aún no hay máquina que pueda capturar:
la impresión real del momento en mi memoria,
una suma de transparencias temporales y sensoriales
que componen una sola imagen.

La foto es en blanco y negro
como los recuerdos de entonces.
Los mismos tonos del viaje al hospital,
a conocer a mi hermana,
de mis paseos con el abuelo por el parque chacabuco
o de mi perro blanco y negro – Angus
que era aún más blanco y negro en las fotos.

En la foto las baldosas de barro rojo
son del mismo color que las sombras
y que las líneas de mi remera
Y las líneas de yeso blanco brillan
con una blancura que no conoce pigmentos.
Las líneas recorren la terraza
atestiguando en escrupuloso detalle
cada periplo en el que, heroico Yatasto!
va dejando sus patas de yeso
con cada vuelta un poco mas corto
con cada vuelta mis rodillas mas altas.

Y al fin,
en el afelio de mis circunvoluciones,
me vuelvo y miro hacia la cámara
desde un caballo sin piernas,
y apenas sí se escucha el ruido del obturador
capturando el enojo de mi madre,
el olor de la manguera que ya se vendrá
chorreando agua sobre la terraza caliente,
y Yatasto, en algún tacho de basura.

Escrito el 3 de Enero de 2019 en Victoria, B.C., Canadá

Padre

Aerosilla - padre e hijo

Un día me hizo un poema. Otro día me hizo una canción
Un día me sentó en las rodillas de Tuñón – me cuentan
Un día, más adelante, me llevó a la casa de Pisarello.
Un día me llevó a Ferro, a hinchar contra River.
Y a la Bombonera, Independiente, Velez
Un día, a fuerza de querer compartir, le rompí un disco de 78
Un día, lo llevé a ver Melody.
Un día, muchos días, lo esperaba a la salida del teatro, para volver a casa
Un día, muchos días, fuimos a Atlanta, a ver fútbol tranquilos y a comer hamburguesas
Un día evitó que me comiera un rancho – y sus ocupantes – con el Plymouth
Un día llovía y le cantamos al Geloso, en el Ombú
Un día llovía y jugamos al voley, en el Ombú
Un día, muchos días, íbamos a las manifestaciones,
Un día, muchos días, recorrimos pedazos de Argentina en un Ami 8
Un día nos fuimos. El primero, yo algunos meses después.
Un día nos reencontramos en España
Un día le hice una biblioteca
Un día, muchas noches, mamá nos gritaba desde la cama que nos dejáramos de hablar al pedo y nos fuéramos a dormir.
Un día hicimos ravioles caseros y después me fui de España
Un día, demasiado pocos días, nos reencontramos en Canadá
Un día le presenté a mi hijo en un aeropuerto gringo
Un día, demasiado pocos días, nos reencontramos en Argentina
Es increíble, para mí, que haya pasado la mayoría de mi vida lejos de él.
Y sin embargo está siempre conmigo
Cuando pienso, hablo con él
Cuando me gusta algo, lo quiero compartir con él
Cuando estoy orgulloso de algo, quiero su aprobación
Cuando lo leo lo puedo escuchar en mi cabeza – aunque siempre comience presintiendo (pre-escuchando) el “Alicia” que comienza “Montaje” desde una placa fonográfica que se desintegró hace tanto…
Cuando estoy triste, o solo, lo necesito.
Hoy cumple años
Es mi padre, mi amigo, mi interlocutor, mi rival, mi hijo
Lo amo.

Escrito el 6 de Enero de 2021, en Victoria, B.C., Canadá

Los últimos

Los Ultimos

Esta noche me vino a visitar un poema. Llegó en inglés – esta que sigue es una humilde traducción hecha de prisa para compartir
(El título es un homenaje a quien ya sabe.)

Eran los últimos sobre la tierra
Él la encontró en una cueva diez días después que el mundo acabara
Ella era solo una niña, y el la vió crecer
Por años en un mundo vacío
La poseyó al fin, una noche, bajo un cielo que se sonrojaba
Tuvieron tres hijos, uno tras otro
Quienes murieron a pocos días de nacer
Ella lo mató mientras él dormía, la noche en que murió el tercero
Y se sentó, y lloró
Y miró como el sol se comía al mundo