Oración

Que alguien perdone al soldado
que acataba órdenes con los ojos cerrados.
Que alguien perdone al General, al Coronel
al Almirante, al Oficial, al Cabo.
Que alguien perdone al hombre
que se sentó a la mesa cada noche,
después de comprar con obediencia
su parcela de poder de cada día.
– Las manos impecables, el pan blanco
la mujer, los hijos. Y la sangre escondida
en un bolsillo del uniforme,
o en la guantera del Ford Falcon –
Que alguien perdone al policía, al delator,
al especialista en sufrimientos,
a su cómplice médico y al matón,
al conductor de coches o camiones,
que trasladaron tantos a lugares sin nombre,
al piloto, a la tripulación
que sembraron fosas de agua en la noche.
Que sea Dios quien los perdone:
el inefable Dios en que dijeron creer,
o las víctimas, si ellos así lo elijen.
Pero no la justicia. No la historia.
Que no los perdone la memoria
de la gente, y sobre todo, que jamás
reciban la gentil misericordia
de poder vivir en paz consigo mismo.

Victoria, BC. 4 de Enero del 2017

Calles de Invención

Camino calles que nunca existieron,
pergenios de la memoria dormida
– Rivadavias inventadas,
Boedos oníricas –
Cruzo la gran avenida,
de tránsito lento y ralo,
para encontrarme cafés,
boutiques, mercados,
Lugares que recuerdo de otros sueños
– o tal vez, hoy sueño que recuerdo –
Esquinas de ochavas tan redondas
que busco trazarlas con la mano,
rincones lustrados por la profilaxis del sol,
raíces explotando las veredas,
baldosas tibias que piden a mis pies descalzos,
y un arroyo continuo y cristalino
corriendo junto al cordón.
Extraño a esas calles
más que a las de mi memoria,
o a mi juventud, o al niño
Las extraño
como a mi mismo.

Los poemas de mi padre

Papá en Miró

Los poemas de mi padre
– con su voz intimamente entreverada
el arrullo de un rio disolviéndose en el agua
Y los mios, que también la llevan.
Eso sí: mas adentro, en lo hondo.
Un murmullo que llega a remolque
de viejos discos de pasta con alma de metal
y cintas regrabadas de Geloso portátil.
Que se asoma debajo de una mesa
en un bar abarrotado hacia la medianoche,
y se mezcla con el ruido de las chapitas de Coca
que desbordan mis bolsillos y lastiman mis manos.
Que vuelve desde noche en un patio de Ventas,
o por el auricular del teléfono del Rojas.
Y entra por los buzones de la casa de Humbolt,
la de Cook, la de Winton, y la de tantas otras.
Viene porque mi voz nunca ha sido otra cosa
que su voz como viento en las velas de mi alma
Viene porque mi voz nunca ha sido otra voz
sino una bola de nieve, o un eco lejano,
o el recuerdo de un ritmo que soñaba en la cuna

Excepto la oración

Excepto la oración
– esa oración: tu nombre
no tiene forma la palabra
cuando te extraño

Si no encuentro tu cuerpo
a mi piel se agarra la piel
del vacio que me sofoca
– hermético guante negro

Si tus ojos no me miran
tu voz no me llama
tu mano no me busca
Si duermes y no me sueñas
Entonces, no existo

Nuestra Vida de Celuloide

Me gusta la parte en que nos encontramos: divertida, y al mismo tiempo romántica. Aunque no estoy muy contento con todas las vueltas que damos antes de finalmente terminar juntos – todos los momentos que ilustran nuestra enconada rivalidad y nuestra competición sin tregua, que, sin embargo, repentinamente se evaporan cuando el amor finalmente llama a nuestras puertas.

También me gusta la parte en que te salvo. Aunque me preocupo pensando en el peligro inminente en que mi falta de cuidado/mi compromiso con alguna causa/nuestro sentido de la aventura/nuestra vida fuera de la ley/el malo, que me/te/nos odia, etcétera…

Pero más que nada me gusta la parte en que nos besamos: vos subís la cara hacia mí con los labios generosamente entreabiertos, yo me inclino sobre vos y los recojo en los míos; discreta, caballerosamente… el reflector se centra en nosotros, formando un círculo de luz que sume todo lo que queda fuera en una oscuridad absoluta. Nosotros quedamos congelados así, besándonos para siempre, fuera del mundo, el tiempo la vida mezquina y la entropía.

(leer original en inglés )