Te abrazo.
Con tu cabellera tejiendo el viento,
tus ojos perdidos entre el mar y el cielo.
O con tu cabeza volcada sobre un papel
mientras tu mano vuela sembrando dibujos
Con tus labios apretados, buscándote
ahí, donde se rompe tu diálogo interior
Te abrazo.
En la clara obscuridad de nuestro insomnio,
en el frio profundo de nuestros temores,
en el gélido abismo de nuestras perdidas,
en el océano inexplorado de nuestras añoranzas,
en la soledad insondable de nuestros destinos,
en el olvido final e inexorable, te abrazo.
Te abrazo.
Siempre te abrazo, y, si no estás, lo sueño
te abrazo contra todo viento
a sabiendas – aun así, te abrazo –
que la ausencia espera, acurrucada,
en los tibios pliegues de tu abrazo,
que nunca estoy más solo que cuando te abrazo.