Yatasto, o la Degradacion del Yeso y la Memoria

La foto probablemente no haya existido nunca.
La foto es el recuerdo, que se hizo foto.
El recuerdo hablado, pensado, añorado y
– aunque me pese –
seguramente retocado.

La foto, entonces, es lo que toda foto debería ser.
Lo que aún no hay máquina que pueda capturar:
la impresión real del momento en mi memoria,
una suma de transparencias temporales y sensoriales
que componen una sola imagen.

La foto es en blanco y negro
como los recuerdos de entonces.
Los mismos tonos del viaje al hospital,
a conocer a mi hermana,
de mis paseos con el abuelo por el parque chacabuco
o de mi perro blanco y negro – Angus
que era aún más blanco y negro en las fotos.

En la foto las baldosas de barro rojo
son del mismo color que las sombras
y que las líneas de mi remera
Y las líneas de yeso blanco brillan
con una blancura que no conoce pigmentos.
Las líneas recorren la terraza
atestiguando en escrupuloso detalle
cada periplo en el que, heroico Yatasto!
va dejando sus patas de yeso
con cada vuelta un poco mas corto
con cada vuelta mis rodillas mas altas.

Y al fin,
en el afelio de mis circunvoluciones,
me vuelvo y miro hacia la cámara
desde un caballo sin piernas,
y apenas sí se escucha el ruido del obturador
capturando el enojo de mi madre,
el olor de la manguera que ya se vendrá
chorreando agua sobre la terraza caliente,
y Yatasto, en algún tacho de basura.

Escrito el 3 de Enero de 2019 en Victoria, B.C., Canadá

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