Me gusta la parte en que nos encontramos: divertida, y al mismo tiempo romántica. Aunque no estoy muy contento con todas las vueltas que damos antes de finalmente terminar juntos – todos los momentos que ilustran nuestra enconada rivalidad y nuestra competición sin tregua, que, sin embargo, repentinamente se evaporan cuando el amor finalmente llama a nuestras puertas.
También me gusta la parte en que te salvo. Aunque me preocupo pensando en el peligro inminente en que mi falta de cuidado/mi compromiso con alguna causa/nuestro sentido de la aventura/nuestra vida fuera de la ley/el malo, que me/te/nos odia, etcétera…
Pero más que nada me gusta la parte en que nos besamos: vos subís la cara hacia mí con los labios generosamente entreabiertos, yo me inclino sobre vos y los recojo en los míos; discreta, caballerosamente… el reflector se centra en nosotros, formando un círculo de luz que sume todo lo que queda fuera en una oscuridad absoluta. Nosotros quedamos congelados así, besándonos para siempre, fuera del mundo, el tiempo la vida mezquina y la entropía.